PREGUNTA
En una localidad declarada Conjunto Histórico Artístico se está obligando a los propietarios de las construcciones a disponer carpinterías de madera. Algún arquitecto es reticente a hacerlo, por considerar que las colocadas a la orientación sur, sufren cambios de temperaturas extremos unidos al azote de la lluvia (predominante en esta orientación). Concretamente nos indican que habiendo dispuesto iroko en otros casos, éste se ha degradado con rapidez.
Por ello nos gustaría contar con su opinión sobre el tipo de madera más recomendable y cualquier otra consideración que deba tenerse en cuenta a la hora de colocar carpinterías de madera.
RESPUESTA
Cuando una carpintería de madera falla (especialmente si el fallo se produce en las primeras décadas de su uso), es extremadamente improbable que se deba a una especie de madera inadecuada: casi siempre se deberá a una inadecuada tecnología.
Los fallos tecnológicos más habituales que nos encontramos en carpinterías suelen estar relacionados con:
- Perfiles de carpintería inadecuados: falta de tratamiento de las condensaciones, juntas inadecuadas, perfiles "artesanales" mal concebidos...)
- Colocación en obra inadecuada: típicamente, permitiendo acumulaciones de agua/humedad sin posibilidades de ventilación/secado.
- Acabados inadecuados. Un "barniz" que no deje transpirar exteriormente al material, es una excelente "autopista" para la degradación del material, salvo que fueran maderas de extraordinaria durabilidad natural. El problema es que las maderas de durabilidad natural muy elevada, suelen presentar otros problemas tecnológicos, derivados de su dureza extremadamente alta (casos de la encina, el elondo, quebracho... o su disponibilidad), o baja (caso del "cedro" canadiense).
Lo fundamental, ANTES de determinar la especie, es:
1.- Definir la calidad de la carpintería en términos de perfil y
2.- Definir el detalle constructivo de puesta en obra y la especificación del acabado.
Lo primero se resuelve recurriendo a un fabricante adecuado. Le recomendaría, para evitar problemas, recurrir a cualquiera de los que tienen el Sello de Calidad de Aitim (pero, por supuesto, hay muchos otros en toda España).
Lo segundo, depende fundamentalmente de la dirección facultativa. Respecto a los acabados, no debe olvidarse que aplicar un acabado exterior no es un mandato, sino una opción. Una madera al exterior sin ningún acabado (insisto, supuesto que la carpintería es adecuada en términos de perfil, fabricación y puesta en obra) lo que fundamentalmente va a padecer es un agrisamiento de la superficie que no va a tener relevancia a efectos de sus prestaciones aislantes. A muy largo plazo (varias décadas), las zonas de mayor incidencia solar sí llegarán a tener una degradación algo mayor, pero asimismo sin relevancia funcional. Es mucho más probable que un mal acabado provoque un fallo prestacional, que el que éste sea provocado por la carencia de acabado.
Para la elección de la madera más adecuada, en mi opinión, deben tener preeminencia criterios estéticos: bien de respecto al entorno (especialmente en el caso de Fermoselle), bien de preferencia personal del usuario de la vivienda, bien de coherencia arquitectónica. La madera más "pobre" (digamos un humilde pino muy nudoso de los que se destinan habitualmente a biomasa) es susceptible de proveer una buena carpintería si se procesa adecuadamente (por ejemplo por laminado).
Desde luego, puede ser conveniente preferir maderas que, per se, tengan una buena durabilidad natural. Pero siempre con precaución sobre dicho concepto, y, JAMAS, pensando que una "buena" madera nos excusa de un adecuado plantemiento tecnológico (perfil/fabricante adecuado, puesta en obra correcta, estrategia de acabado adecuada).
Por ejemplo: el duramen de iroko es muy durable, pero su albura es extremadamente poco durable. Si colocamos iroko inadecuadamente, y además coincide la albura en las zonas de peores condiciones, tendremos un fallo prestacional (podríamos tenerlo incluso aunque no hubiera albura). Ahora bien, si colocamos una carpintería enteramente hecha en albura de iroko, con un adecuado plateamiento tecnológico, no tendremos fallos prestacionales (ni aunque a los cinco a veinte años nos empiecen a aparecer algunos orificios de salida de xilófagos).
El clima de la región que menciona (que conozco personalmente) no es más agresivo para la madera en fachadas que el de las regiones subárticas, donde las carpinterías de vivienda son mayoritariamente de madera no sólo por tradición, sino por que son técnicamente apropiadas.
Hay partes de la carpintería con niveles de agresión extremos (típicamente, la parte inferior de las puertas de calle). Para tales elementos, es conveniente seleccionar maderas duras y durables. El duramen de iroko lo es. Hay muchas otras opciones (ambientalmente aceptables), como pueden ser la dabema, la acacia (robinia)....
... Pero también hay opciones menos "exóticas", como el pino silvestre (p.ej. el procedente de Soria-Burgos) con elevada proporción de duramen, o el roble, o incluso el castaño (también preferiblemente el duramen).
Dado que estamos tratando con el Patrimonio, yo diría que estas opciones serían las más apropiadas.
Espero que las consideraciones precedentes le sirvan de orientación sobre la cuestión propuesta. Y reciban, por otra parte, nuestra enhorabuena por tratar de mantener los aspectos más positivos de las tradiciones constructivas en lo que queda del Patrimonio Arquitectónico urbano.